Había expectación entre los más morbosos por saber cómo iba a recibir el respetable a los jugadores del Granada CF después del desastroso encuentro jugado en tierras cordobesas ante el Lucena. La primera respuesta a esta duda se resolvió antes de lo previsto. Apenas faltaban unos minutos para que el partido comenzase y cuando los once elegidos por Miguel Ángel Álvarez Tomé abandonaban el césped tras el calentamiento previo ya recibían el presagio de lo que ocurriría poco después.
Los primeros pitos de la temporada, en serio, se dejaron notar en la retirada de los futbolistas pero, por encima de todo, justo cuando saltaron para comenzar el encuentro. Ahí, la gran mayoría mostró su repulsa a la dolorosa derrota ante el Lucena, y mientras tanto, Iván Amaya, ya en el centro del campo, trataba de apaciguar los ánimos con un "vamos" exclamativo.
Ésta fue la muestra más palpable de que al aficionado granadino lo que le importan son los hechos y no las promesas. Y que pese a que en esta bendita tierra nos conformamos con poco, cuando se vislumbra un objetivo palpable también hay sitio para la exigencia. Así quedó demostrado durante todo el choque.
Los aficionados se llevaron la primera gran alegría de la tarde a las primeras de cambio, con el tanto de Dani Benítez, que sacó la rabia contenida de los cerca de 10.000 aficionados que aguantaron una tarde gélida, algo que ya se ha convertido en habitual este invierno en Los Cármenes.
Pero sin embargo, cuando el Ceuto empezó a desplegar buen fútbol y las dudas volvieron sobre el campo, los seguidores rojiblancos no dieron cabida al jolgorio pese al 1-0 momentáneo, pues algunos pitos empezaron a dejarse oír en los cuatro sectores del estadio.
Pese a ello, el triunfo seguía manteniendo el liderato a cinco puntos, lo que dejaba las cosas como estaban. Esto se dejó notar al descanso, aunque las críticas no re redujeron al comienzo de la segunda parte.
Incluso, con los cambios también se produjeron algunas críticas desde la grada sobre los sustituidos o quizás incluso sobre Tomé. Por suerte, los nervios terminaron con el gol de Tariq –y ya van once- y con el pitido final.
Pero cuando la calma parecía reinar en el estadio, en el vestuario se estaba celebrando un cónclave en el que estuvieron presentes los capitanes, Álvarez Tomé, Quique Pina y Juan Carlos Cordero. De lo que ocurrió exactamente es probable que no se concrete por parte de sus protagonistas.
El propio Pina se encargó de informar a posteriori que sólo se trató de una reunión en la que se abordaron temas internos del club. A la mente de todos vino una posible sanción tras lo de Lucena, un toque de atención o quizás un tirón de orejas.
Sin embargo, también quedó la sensación de que se produjo la reprimenda al el mister rojiblanco. Entre bambalinas algunos se atrevían a vaticinar la destitución de Tomé mientras otros ya apuntaban a su posible sustituto. Sea como fuere, sólo será el tiempo el que nos saque de dudas.
Lo que sí es cierto es que Pina confirmó, más bien con la ´boca chica´, a su actual entrenador. Dicen que el primer paso para destituir a un preparador es ratificarlo en su puesto. Habrá que ver si el tópico también se cumple esta vez y si los nervios, definitivamente, han cogido el timón de este barco.
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